VÍDEO BLOG #Minuto92: Del peloteo a Turki al absurdo miedo a que se vaya, por Víctor J. Hernández Bru.
Conste que a mí ya me daba mucha vergüenza cuando los pelotas de turno, los sobadores de lomo profesionales, no paraban de derramar baba cada vez que hablaban de Turki Al Sheikh, cuando las cosas iban deportivamente bien en la UD Almería. En la época del ascenso y de la permanencia, a pesar de los dos fracasos que le habían precedido y del sufrimiento in extremis para alcanzar ambos logros, yo ya señalaba las carencias y las vergüenzas de este proyecto basado únicamente el poder de los petrodólares y absolutamente huérfano de valores, de gestión y, sobre todo, de verdad.
Pero entonces podía entender que esa especie tan característica y extendida, el pelota sobrehumano, practicase indisimuladamente esa pasión por la sobada de lomo. Era comprensible aunque no compartible. Nos gobernaba un tipo que es uno de los principales dirigentes de una dictadura teocrática totalitaria, en un país donde no existen la mayoría de los derechos humanos más básicos, donde la mujer es prácticamente una figura decorativa y donde la disidencia puede terminar pagándose con la misma moneda con la que lo hizo Yamal Kashogi. Y nos gobernaba, además, por medio de un equipo de confianza que era obvio que estaban aquí más para pegarse la vida padre que para gestionar y trabajar, que cada verano gastaban más y fichaban peor y que no disimulaban en comprar al que se dejaba y en castigar de manera burda y absolutamente ilegal al que no. Pero la pelotita había entrado, in extremis pero había entrado; y sabido es que en el fútbol eso lo puede todo.
Lo que me parece ya muy complicado de digerir es que ese peloteo se haga extensivo al momento actual. Porque llegado al nivel que ellos habían anunciado que llegaríamos, todo el castillo de naipes se ha derrumbado de manera estrepitosa y los resultados nos han convertido en un club histórico… en lo negativo.
Y llegado a este punto, sí observo una gran contestación social, mucha gente ajena al fútbol y también mucha cercana al club que ya no tragan, que se muestran indisimuladamente hartos de esta manera de hacer las cosas y que lo manifiestan sin tapujos ni complejos.
Sin embargo, también percibo a otros que, aún reconociendo el desastre, siguen acongojados con la posibilidad de que Turki se canse y se vaya, actuando como niños pequeños que están dispuestos a que el grandote de la clase les robe un día sí y otro también el bocadillo por tal de que no les pegue.
Mirad, si algo bueno ha tenido esta aventura de Turki durante cinco años es que el dinero que ha invertido ha servido para acumular patrimonio. Patrimonio de momento inútil, porque la concesión por cincuenta años del estadio no ha redundado en casi nada para la ciudad y para la afición, pero sí para su propio pecunio; y la compra de la ciudad deportiva tres cuartos de lo mismo. Eso sí, esta generación patrimonial de Turki sirve para que, si realmente se marcha, si comprende que esto no es lo suyo, o que un club no se puede gestionar como un juguete, a miles de kilómetros de distancia y con un equipo de amateurs que están más a otras cosas que a esto, entonces lo podrá vender a alguna otra fortuna importante, que sea capaz de pagar lo que estas dos concesiones cuestan y que se pueda preocupar de verdad por el proyecto.
