VÍDEO BLOG #Minuto92: La última tontada de Cristiano Ronaldo, por Víctor J. Hernández Bru.
Si la última tontada de Cristiano Ronaldo resulta ridícula, absurda, de vergüenza ajena, la reacción de sus más incondicionales sobadores de lomo no mejora mucho la situación.
Que un jugador profesional, multimillonario gracias al fútbol y a los contratos de publicidad que ha generado, se permita faltar al respeto a un patrocinador y a la competición en la que está desarrollando su trabajo es simplemente el mejor y más claro ejemplo de cómo muchos futbolistas llegan a ser auténticos simplones de remate, condición ésta abonada por la explosiva mezcla entre la falta de cultura derivada del descuido de su formación desde tempranas edades y el fuego que, para esa pólvora, es el exceso de dinero.
En el acto de retirar las botellas de Coca Cola no está sólo una muestra de la más despreciable soberbia, del tipo que se cree por encima del bien y del mal, sino incluso el más profundo desprecio a la ley, puesto que lo que este tipo hizo el otro día fue sencillamente robar, ya que el patrocinador había pagado por ocupar ese espacio publicitario y el jugador le sustrajo el derecho de estar presente en un espacio promocional que previamente había pagado.
A mí particularmente no me extraña, porque entre los futbolistas profesionales he conocido a gente realmente maravillosa, humilde, trabajadora y responsable, junto a otros que no pasan del nivel de auténticos cabestros, incapaces de comprometerse con nada, ni con su equipo, ni con su club, ni con sus compañeros ni, por supuesto, con los patrocinadores de los que llegan incluso a ignorar que son los que pagan sus sueldos.
Yo he convivido con profesionales del fútbol de un nivel muy inferior, para los que acudir un lunes a un programa de radio o televisión, siquiera una vez al año, era un gran sacrificio que llegaba a costar auténticas crisis en el seno del club del que se trataba.
Lo de Cristiano Ronaldo del otro día representa el drama de parte del fútbol, la proliferación de imbéciles de carné que se creen por encima de toda ley, de toda norma, de toda organización. Y ver cómo algunos compañeros periodistas no sólo lo justifican sino que incluso lo ensalzan, usando la frase de “él puede permitírselo” denota precisamente que buena parte de la culpa la tenemos nosotros, los que elevamos a la categoría de ídolo incuestionable a gente cuyos cerebros no podrían ser donados a la ciencia… ni a la casquería.
