#RadioblogMinuto92: Fernando, por Víctor J. Hernández Bru.
Lo primero que me gustaría decir hoy es que nadie vea en estas líneas ningún tipo de desdoro para con Makaridze, guardameta de la UD Almería, que me parece un porterazo. Es más, hasta anteayer, yo no me sentía muy capaz de discernir cuál de los dos cancerberos del club rojiblanco era mi preferido para ocupar la titularidad.
Sin embargo, ya no puedo seguir eludiendo esta cuestión por más tiempo. Tras una nueva exhibición de Fernando, la del pasado miércoles en Copa, no puedo por más que mojarme y decidir que mi preferido es el capi; y el razonamiento que apoya esta elección creo que va a ser comprendido por todos con facilidad.
Empezaré por repetir que Makaridze me parece un gran portero, un tipo con una gran colocación, un magnífico juego por arriba y un notable dominio de la pelota con los pies. A mí Makaridze me da seguridad, me traslada la sensación de que estamos seguros con él bajo palos.
Todas esas sensaciones me las traslada igualmente Fernando. Entonces, ¿cuál es la diferencia que me hace inclinarme por él? Sinceramente, creo que el capitán de la UD Almería está en uno de esos momentos en la carrera de un deportista en el que, sea por estado de forma, por confianza en sí mismo o por lo que sea, todo le sale bien.
Y eso, en el caso de un portero, no sólo es una virtud que no se puede desperdiciar ni un segundo, sino que además se convierte en un valor que cotiza en puntos en la bolsa de la competición para el equipo.
Fernando parece infranqueable cada vez que luce bajo los palos, sea en Liga o en Copa; se convierte en una pesadilla para los rematadores, saca lo que parece fácil y convierte en fácil lo que tiene pinta de imposible, llegando a desesperar a los jugadores del equipo rival, metiéndose en su cerebro e inyectándoles poderosas cantidades de miedo a encararlo.
Fernando está dulce y por momentos, como el pasado miércoles, parece imposible marcarle un gol, siquiera desde el punto de penalti , lo cual suele ser una circunstancia que corre como la pólvora entre las filas del equipo al que pertenece un portero, configurándose como la primera piedra del edificio de la confianza en el éxito para el resto del equipo, que suele ser la base de la victoria, en el fútbol… y en la vida.
Fernando es, por todo ello, mi portero titular… al menos mientras siga pareciendo invencible.
