VÍDEO BLOG #Minuto92: El triste dilema entre disfrutar con tu selección o sufrir porque no van los que tú crees que deberían ir, por Víctor J. Hernández Bru.
Un día más sin novedad en la oficina: Luis Enrique los manda a la cueva a base de criterio, sensatez, conocimiento y trabajo. ¿A quiénes? Pues a toda esa pandilla de amargados, y resentidos, que se creen que la selección española es un patrimonio de sus equipos, de sus jugadores preferidos o de ellos mismos, que piensan que si no les dejan lanzar el penalti se llevan la pelota porque es suya, que se piensan con derecho a que todos aceptemos pulpo como animal de compañía.
Una vez más, tras una pedazo de Eurocopa sensacional, con un equipo absolutamente de transición, esta semana hemos vuelto a escuchar y leer los comentarios de los forofos de barra de bar, que incluso han calificado a la selección nacional, al equipo de todos los españoles como ‘los amigos de Luis Enrique’.
¿Y por qué?: Repito, no hay más razón que el que el seleccionador no se ha plegado a sus exigencias de llevar a jugadores que no dejan de ser del montón, que podrían ir, pero que desde luego están a años luz de ser imprescindibles o indiscutibles. Para ellos, la selección debe ser un sofá en el que descanse su equipo, porque ellos no son de la selección, no se sienten futbolísticamente españoles: sólo quieren que la selección sea un reflejo de sus pasiones y de sus preferencias.
Anoche, obviamente, todos ésos, los de ‘los amigos de Luis Enrique’, deseaban que perdiera España, andaban rezando por los bancos de la última fila de la Iglesia, procurando que nadie los viera, para no pasar la vergüenza de que el equipo al que odian, que es el equipo de Luis Enrique, volviera a exhibirse y a demostrar que el asturiano lleva razón, que él sí actúa como el profesional que es y que los demás no dejan de ser cuñados, todólogos con el codo apoyado en la barra que le dan lecciones de medicina al médico, de periodismo al periodista, de botánica al jardinero y, por supuesto, de fútbol al seleccionador.
Sinceramente, qué pena que los árboles no les dejen ver el bosque, qué lástima tener que sufrir con las victorias del combinado de tu país, por el mero hecho de no saber diferenciar el fútbol de club del de selecciones, qué miseria más grande perderte el disfrute de un partidazo como el de anoche, porque tienes serias dificultades para diferenciar el culo de las témporas.