RADIOBLOG: por Víctor J. Hernández Bru.
Sinceramente, no me gusta cuestionar ni las decisiones de los colegiados ni las de los comités, pero también tengo que reconocer que me he sentido agredido por los dos partidos que le han caído a Fran Fernández.
Vaya por delante que, seguramente, la decisión de los sesudos integrantes del Comité de Competición estará jurídica, formal, bucrocrática y argumentalmente justificada, pero futbolísticamente me parece que no se ha quedado demasiado lejos de ser una vergüenza.
Fíjate que, cuando leí el acta del encuentro, redactada por el mismo colegiado que expulsó a Fran, ya me pareció que se había quedado bastante el paños menores, puesto que me pareció algo más que una exageración echar a un entrenador por “protestar de forma ostensible a voz en grito una decisión mía, saliendo del área técnica con ambos brazos en alto”.
Francamente, a partir de ahora habrá que contarle a Díaz de Mera todas las veces que los entrenadores le protestan con los brazos en alto y llevarle la estadística de a cuántos de ellos expulsa; y por supuesto habrá que preguntarle cuándo suele amonestar a los técnicos sin expulsarlos ya que no se me ocurren demasiados motivos menores que el de protestar levantando los brazos.
Pero si ya la expulsión me pareció más que dudosa, insisto, sobre todo después de leer el acta, ya lo de los dos partidos e sanción me resulta una coña marinera.
Cierto es que no hay por qué protestar, pero no lo es menos el que si a cada entrenador que protesta con los brazos en alto le cayeran dos partidos, seguramente en más de una ocasión acabarían dirigiendo a sus equipos los masajistas, los utileros o los que cortan el césped.
Mal empezamos, en cuanto a respeto arbitral y estamental, si en la primera jornada en casa a Fran le limpian dos partidos por levantar los brazos. A partir de ahora, cuando sienta picor en las axilas, más le valdrá al técnico canterano restregarse los brazos contra el costado, vayamos a leches.