Indudablemente, a la prensa, en muchas ocasiones, nos toca el papel de interpretar situaciones, frases o incluso ideas sobre los cuales no tenemos siempre toda la información.
Esta semana vivimos con la duda de qué es lo que pretendía Letizia poniéndose en medio, entre la cámara y la foto que pretendía hacerse su suegra con sus hijas, ignoramos si realmente ha habido o no tesis en la Universidad Rey Juan Carlos y, por dudar, ni siquiera sabemos si la chilena de Cristiano era un tiro o un pase.
Más domésticamente hablando, ayer Tino Costa dijo en sala de prensa que, al parecer, algún compañero suyo no tiene muy claro lo que puede llegar a significar un descenso a Segunda B.
La frase, en sí, puede encerrar mil y una situaciones diferentes: desde que el argentino esté hasta el vaso de mate de ver cómo algunos de su misma escuadra se arrastran por el campo, hasta una interpretación mucho más buenista, no sé, que en el plantel hay mucha gente con la suerte de no haber bajado nunca.
En todo caso, como poco a poco se nos va pasando la época de creer en los Reyes Magos, aquí en Radio Marca hemos optado más por la versión tirón de orejas público de uno de los veteranos de la caseta a otros que, en su opinión, están contribuyendo de manera decisiva en apuntar en su currículo un descenso de categoría.
“Nunca he descendido, siempre he luchado por estar arriba; y no me hace ninguna gracia vivir el primero”, dijo el argentino, al que no tengo el gusto de conocer, pero que tiene pinta de tener los mismos bemoles dentro del vestuario que en el interior del campo de juego.
La verdad es que vivimos en una ciudad tremendamente cómoda para ser futbolista profesional. Aquí, los jugadores del Almería trabajan para una empresa en la que el jefe no está nunca, en la que los medios de comunicación somos hermanas teresianas, en la que el público sólo grita cuando le están aplastando sus partes más nobles con la tapa del piano y en la que la presión es una leyenda negra que de vez en cuando se cuenta, en referencia a otros destinos balompédicos.
Así las cosas, que alguien, haya jugado más o menos esta temporada, haya roto esa paz, a veces un poco vergonzante, es para mí un soplo de aire fresco; un soplo al que, por otro lado y a efectos prácticos, tampoco es que le tenga yo demasiada fe.
Lo dicho, hace años que no pongo agua y gallegas junto a la chimenea.
