Ni idea, vivimos inmersos en una crisis de identidad. En plazo de definición. La grada, ese promontorio donde se exhibe una sociedad, muestra cada vez más una apatía que parecía batallar por desaparecer. Lo entiendo, yo también la siento, a nadie le pasan de largo estas temporadas de vergüenza, pero hay situaciones que demuestran un poco, escasa o nula `Cultura Almería´.
Cuando hablo de cultura no me refiero a saber mucho, a conocer más libros que nadie o a saberse todos los ríos del Mundo. Apelo al conjunto de costumbres o manifestaciones que diferencian, marcan, a una ciudad o sociedad concreta. Es ahí donde radica nuestro problema. A veces damos la sensación de ser pobladores obligados de un sitio previamente abandonado.
Envidio otros estadios donde la gente acude, sin dilación, con la camiseta de su equipo. O, al menos, el color de camiseta. O, en otros casos, la bufanda. Aquí también los hay, pero cada vez menos. Cuando ocupo mi butaca en el estadio, me duele ver el desfile de personas que portan la camiseta del Real Madrid. Son años buenos para los aficionados al equipo de aquella ciudad, pero creo que es de manifestación poco acertada el vestir la camiseta de otro equipo para ocupar la grada del supuestamente tuyo.
No hablo de sentimientos. Han sido muchos años de penurias, una ciudad que no sabía lo que es un proyecto estable, es normal que la mayoría de aficionados tengan para sí un club refugio. El Barcelona, Real Madrid, Atlético, Athletic, Valencia… se encuentran en el corazón de muchos almerienses. De lo que hablo es de coherencia. De `Cultura Almería´, en definitiva. Imagina cómo nos verán desde fuera cuando al enfocar la grada de nuestro estadio se divisen numerosas camisetas de equipos foráneos.
Cada uno es libre de vestir como quiera, lo sé, igual que yo soy libre de opinar como quiera. En cualquier caso, creo que es de afición con solera tirar del equipo cuando más lo necesite, hacer partícipes a los jugadores de un ambiente, de un sentimiento. Es difícil hacerlo cuando no sabemos ni quién somos y cuando nos dedicamos desde el minuto uno a criticar lo que hacen algunos señalados. Estaría bien definirse. Sin orgullo propio no hay respeto ajeno.