Visto lo visto, y aunque esto no quiera decir nada de cara al final de temporada y al signo final de la misma, más o menos todo el mundo coincide en que, excepción hecha de la visita a Vallecas, con Sergi Barjuán se está viendo al mejor Almería de la temporada.
El técnico ha llegado dando con la clave, colocando a sus piezas en el lugar más adecuado y con una idea de fútbol muy clara que, en tres de sus cuatro pruebas, le ha salido moderadamente bien: dos triunfos y una derrota en Barcelona con un papel bastante digno.
Pero de todos los méritos de Sergi desde que ha aterrizado en Almería, méritos que han de pasar, obviamente, por el tamiz de la permanencia en Primera División, el que más me llama la atención es uno que, aparentemente, podría parecer el más sencillo.
Lo habéis notado todos: con la llegada del técnico catalán, hemos empezado, por fin y ya era hora, al mejor Thievy. Tampoco vamos a decir que el franco-congoleño esté desplegando en este último mes el mejor fútbol de su vida. Le hemos visto en mejores épocas.
Pero la realidad es que, sobre todo, estamos viendo a un Thievy alegre, metido en los partidos, integrado con sus compañeros, entregado dentro de lo que se puede exigir a un jugador como él, combativo siendo Thievy y, por supuesto, más inspirado que nunca.
El otro día marcó su segundo gol de la temporada, pero jugó el partido que se espera del líder de un equipo, con otras dos ocasiones, claras, trabajando más que nunca, con un lanzamiento al travesaño e incluso con jugadas de inteligencia como la de forzar la quinta amarilla.
Habrá que esperar a lo que se vea el lunes ante el Celta, pero a día de hoy, se puede empezar a decir que Sergi ha recuperado a Thievy para la causa.
Y ojo porque, aunque pueda parecer sencillo que el futbolista más cotizado de una plantilla juegue bien, el caso es que hasta ahora no le habíamos visto hacerlo ni bien ni mal. A veces, las cosas son más sencillas de lo que parecen… o más complicadas.
Sea como sea, lo haya conseguido por la vía que sea, el mérito hay que reconocérselo a Sergi. Que a veces sólo sabemos repartir culpas y somos timoratos a la hora de extender los cheques del reconocimiento.